Fuerte y firme en sociedad por el Huila

Archivo Tertulia

EL LOBO DE WALL STREET

Quienes apreciamos el 7° arte lo consideramos como uno de los logros más representativos del nivel del desarrollo cultural de nuestra civilización, una de las formas de recreación y disfrute más agradables y auténticamente humanas, a la vez que más al alcance de todo el mundo y, por sobre todo, más dignas de merecer nuestro tiempo libre.

Por eso el martes pasado los contertulios del Botalón fuimos invitados a apreciar la última obra del ítalo-norteamericano Martín Scorsese, The wolf of the Wall Street, cinta que ostenta cerca de 10 nominaciones a los premios de la Academia y cuenta con el excelente desempeño protagónico del ya reconocido  y muy versátil actor Leonardo Di Caprio.

El guión se basa en la auténtica vida de un corredor de bolsa quien en las décadas pasadas se convirtió de manera fulminante en un magnate millonario y enriqueció simultáneamente a un numeroso grupo de amigos sin mayor preparación en el oficio, a quienes entrenó en la venta de acciones de empresas ficticias, a las que inflaban artificialmente el valor para hacerlo desplomar en poco tiempo, estafando al inversionista pero dejando una fabulosa comisión al intermediario. Individuos sin mayores expectativas en su vida se hacían dueños de gigantescas fortunas que dilapidaban luego en lujos, en drogas y en sexo. Denunciado por sus víctimas y capturado por las autoridades pagó algunos años de cárcel y perdió todo su capital, pero hoy gana casi el mismo dinero dictando conferencias en las que usa como contraejemplo sus antiguas prácticas comerciales.

Cuánta gente aquí mismo en Colombia corre tras abultadas ganancias, así lograrlas implique llevarse por delante la ley y el dinero público o el de quienes han hecho su fortuna honestamente. Nuestra historia reciente está llena de ejemplos reales de lo que, mirando la película, puede llegar a parecernos una exageración. Pero aquí, como en muchos casos, la realidad supera la fantasía.

La misma práctica de recibirle dinero a quienes se lo depositaban en sus cuentas para lograr un rédito que nunca llegó, porque a través de maniobras financieras fraudulentas los dueños de esas empresas jugaron con el dinero de los ahorradores o de los inversionistas. Por los años ochenta, un célebre banquero estafó a miles de ingenuos y en estos últimos días una flamante compañía de inversiones de bolsa recogió miles de millones ( contando con la pasividad y tolerancia que el gobierno muestra cuando solo está en riesgo el dinero de los débiles ) y luego colapsó cuando le fallaron sus trucos, con la consiguiente ruina para quienes depositaron sus ahorros. La justicia le  acaba de dar a los directivos de Interbolsa una leve sentencia de casa por cárcel, porque el dinero de la estafa les alcanzó para pagar los mejores abogados que los defendieran.

Cómo no recordar el auge de las pirámides. Con la promesa de réditos increíblemente altos, miles de personas se apresuraban a entregarles no solo sus ahorros sino hasta el valor de su casa y los bienes de sus parientes, a hábiles creadores de novedosas tarjetas y sistemas de crédito, quienes, siguiendo el ejemplo de los bancos, obtienen inmensos beneficios trabajando con el dinero de los cuentahabientes.

Y qué decir de los contratistas que convierten en lujos y diversión el dinero de los anticipos para la ejecución de obras públicas. Pero indudablemente lo hacen con la complicidad del empleado público, llámese alcalde o gobernador o gerente o director de una institución oficial o de una privada que trabaja con dineros del erario público: ahí están las dobles calzadas y avenidas que nunca se construyeron o que se pagaron 2 o 3 veces; ahí están las EPS que invirtieron en lujosos “resorts” los fondos de los afiliados, ahí están los departamentos quebrados en la década de los 90   ( el robo al Dpto. de Caldas, por ejemplo, entre otros ).

Pero en los primeros lugares de la lista de los Lobos del Presupuesto está la mayor parte de nuestros políticos, quienes empeñan para sus campañas todos sus bienes con la firme seguridad de que al salir elegidos recuperarán el doble o el triple de lo que invirtieron ( cómo lo lograrán ? ) y que les reciben a los contratistas millones en apoyo, los cuales habrán de devolver duplicados o triplicados mediante el otorgamiento de contratos ventajosos.

Cuántos palacetes principescos, cuántos yates de lujo, cuántos jets privados, cuántos apartamentos en Dubai, cuántos automóviles y ropa de marca, cuántas fiestas de película pueden darse a costillas del ahorro de otros o de los impuestos que pagamos al Estado para construir carreteras, puentes, escuelas, hospitales, etc., que todos necesitamos. Pero la pregunta que viene al caso es: no somos responsables de seguir eligiendo a los mismos líderes políticos a sabiendas de que seguirán haciendo lo mismo ? No cuentan los ladrones de cuello blanco con la complicidad del ahorrador que les entrega sus bienes, sabiendo como él sabe ( el ahorrador ) que no hay negocio que produzca esas ganancias y que el receptos debe estar acudiendo a algo ilegal  para retribuirle el aporte, mejor dicho “que de eso tan bueno no hay” ?