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Tertulia del 26/02/2019

LAS MEJORES SINFONÍAS EN LA HISTORIA DE LA MÚSICA

Sin embargo quien la difundió en Europa a través de las más de 100 sinfonías que compuso, fue el germano Joseph Haydn al inicio del período Clásico, por lo cual ganó el título de “Padre de la Sinfonía”. En la que él denominó “La Sorpresa”           (títulos llamativos que colocaba a sus obras para diferenciar unas de otras, cuando todavía no se había implantado el uso de la numeración y el “opus” ) y que en el catálogo actual figura con el número 94, desarrolla en el 1er movimiento un “Tema con variaciones” y sobresalta al público con un repentino acorde en “fortissimo” de la orquesta, a manera de protesta o desquite contra los asistentes que iban al concierto solo a charlar o hacer ruido.

En la Sinfonía 101 ( que Haydn denominó “El Reloj” ) rinde un homenaje a este aparato, recientemente inventado por el científico holandés Christian Huygens basándose en las leyes del péndulo descubiertas un siglo atrás por el italiano Galileo, y que causó furor en esa época.
Pero indudablemente fueron Mozart y Beethoven los que hicieron de esta forma musical la expresión más sublime del lenguaje musical. La número 25 fue utilizada en los años 70 del siglo XX por el director de cine Milos Forman como introducción y presentación de su galardonada versión de la vida de Mozart, “Amadeus”, por su enérgico “Allegro con brio” del 1er movimiento.

Su Sinfonía 40 es la penúltima: enfermo y fracasado económicamente (pero nunca profesionalmente ) Mozart condensa en la melodía de su 1er movimiento la carga de angustia que lo hace sentir anciano a sus apenas 36 años. Pero 2 siglos después, esta melodía se vuelve tendencia cuando en la década de los 70 el director de orquesta español Waldo de los Ríos la ejecutó y grabó con acompañamiento de guitarras y percusión, en un intento de acercar la música universal al gusto de los jóvenes. 
Entre las 9 sinfonías de Beethoven fue la 3ª  la que concitó la atención y anunció que un nuevo genio en la historia de la música hacía su aparición: dedicada inicialmente a Napoleón, que para el artista representaba el colofón o resumen de sus ideales republicanos encarnados en la revolución francesa, se la dedicó más bien a todos los héroes de la historia, cuando supo que Napoleón se coronaba emperador, haciendo resucitar la monarquía, y la subtituló entonces, “Heroica”.

Pero es la última, la 9ª, en la que Beethoven despliega toda su inspiración y su capacidad creativa: denominada “Coral” porque en el 4° movimiento introdujo voces humanas, poniendo música a los versos de su compatriota Schiller, dedicados a la amistad y a la libertad: el Himno a la Alegría.

La Octava Sinfonía de Schubert, conocida con el nombre de “Inconclusa” por no haber completado los otros 2 movimientos prometidos a la asociación  o sociedad musical de compositores a la que fue invitado a pertenecer, tiene toda la espectacularidad de ese proceso artístico que irrumpió con fuerza al despertar el siglo XIX: el Romanticismo. Prevalecen entonces los estados de ánimo (sentimientos, emociones, pasiones ) del artista sobre su racionalidad, y se pierde el equilibrio que habían guardado los compositores del período clásico entre mente y corazón. 

La Sinfonía Fantástica de Berlioz fue presentada aquí en la ciudad de Neiva el año pasado por la Orquesta Juvenil de Colombia, en el Parque de la Música: las 5 partes o movimientos de la obra ( con duración de casi hora y media ) fue escuchada con toda atención y aplaudida con entusiasmo por un público heterogéneo, siguiendo el ejemplo del Festival internacional de Música de Cartagena que en sus más de 10 ediciones ha comprobado que la música universal sí puede ser apreciada y aceptada por todas las clases sociales. En realidad, la pieza es un Poema Sinfónico ( forma que no existía en su tiempo ), pues cuando una sinfonía está interpretando un relato o argumento, recibe esa clasificación. En este caso, se trataba nada menos que la narración de eventos de su propia vida. 

Félix Mendelssohn Bartholdy, recordado por la Marcha Nupcial de la música para acompañar la comedia de Shakespeare “Sueño de una noche de verano” y por haber hecho conocer (con su propia orquesta) las obras de Bach, injustamente olvidado durante casi 100 después de muerto, compuso las sinfonías 4 ( “Italiana” ) y 5 ( “La Reforma” ), cuyos temas siguen siendo favoritos de los oyentes de los siglos posteriores.  

De Johannes Brahms, considerado en la Alemania del siglo XIX como el 2° Beethoven, mantendremos en la memoria el melancólico tema del 3° movimiento (Poco Allegretto ) de su 3ª. Sinfonía, conjunción del estilo de sus dos grandes maestros, Beethoven y Schubert.  

Con las sinfonías 5 y 6 del ruso Piotr Ilich Tchaikovski, el romanticismo musical alcanza su más alto vuelo: su trágica vida, que culmina prácticamente en suicidio, impregna su música de un patetismo que trasmite al oyente toda la tristeza y frustración de su experiencia amorosa, a contravía de su éxito como compositor y director.
Anton Dvorak, compositor checo, vino a Norteamérica a dirigir el conservatorio de la ciudad de Boston a finales del siglo XIX y reflejó en su Sinfonía 9 (subtitulada “Del Nuevo Mundo”  ) el atractivo del paisaaje del oeste ( el “far west” ) de este inmenso país.

Y finalizamos esta selección con una de las sinfonías del alemán del período contemporáneo, Gustav Mahler, la número 9, que lleva el mismo nombre de la 9a. de Beethoven, “Coral” y que intenta recuperar el estilo sobrio del período clásico pero que termina contagiado por la misma tristeza del romanticismo.
Concluyamos diciendo que ojalá sea ésta una invitación para introducirnos en el maravilloso mundo de la música universal, con miras a disfrutar del legado de los grandes maestros, que es para nosotros un tesoro. Nietzche, admirador de las grandiosas óperas de Wagner, afirmó: “Sin música la vida perdería sentido”.